miércoles, 30 de septiembre de 2020

POEMA: "ROMANCE DEL SEÑOR TITIRITERO" DE JAVIER VILLAFAÑE

POEMA: "ROMANCE DEL SEÑOR TITIRITERO"

CANTANTE COCO ROMERO





¡Pero qué elegancia lleva
el señor titiritero!
Una casaca de pana,
pantalón marinero,
botines de doble suela
y un gorro color de cielo.

¡Ah! Mírenlo cuando habla
y tiende la mano al pecho
y le hace sombra en la frente
un puñado de cabellos.




Muy bien pudiera pasar
por un señor de otros tiempos
–España de los Hidalgos
y carabelas al viento–
y decir si se le antoja:
–Dejé a treinta moros muertos...
O: –Una vez por una dama...
O: –Ayer salí de un convento...
Y nadie puede dudarlo,
todo lo que él dice es cierto.
¡Esa casaca de pana
y ese gorro color cielo!




Villafañe, Javier. “El poeta de la Andariega”
Prólogo de Mempo Giardinelli
Ilustrado por María Wernicke
Dirección de Cultura y Educación, Provincia de Buenos Aires.
Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba)

martes, 29 de septiembre de 2020

COPLAS Y MÁS COPLAS. RECOPILACIÓN DE OLGA DRENNEN

 

SEÑORA, ¡QUÉ SE LE QUEMA
LA COMIDA, SEÑORA,
QUE SE LE QUEMA,
QUE SE LE ABRASA,
 QUE SE LE QUEMA 
LA CALABAZA!

SEÑORA, ¡ QUE SE LE QUEMA,
QUE SE LE ABRASA,
QUE SE LE QUEMA
TODA LA CASA!





LOS  GATOS DE MI CASA 
SON CAZADORES:
A LA ORILLA DEL FUEGO
CAZAN RATONES.







EN LA FALDA DE AQUEL CERRO,
SE HA DESPEÑADO UNA HORMIGA.
SI NO ME CREEN,SEÑORES,
LES TRAIGO AQUÍ UNA COSTILLA.




LLEGÓ LA HORA DEL CANTO
LA COPLA DE DESPEDIDA:
UN BESO AL QUE ME RECUERDA
Y OTRO BESO AL QUE ME OLVIDA.

COPLAS POPULARES.

lunes, 28 de septiembre de 2020

28 DE SEPTIEMBRE: "DÍA DEL DIRECTOR DE ESCUELAS"

 ¡ FELIZ DÍA SILVIA Y NORA!





Hoy 28 de septiembre se festeja en Argentina el Día del Director.
“Gestionar una institución, es buscar objetivos junto al personal que toca guiar y dirigir, es articular las actividades laborales de un grupo humano para alcanzar esos objetivos, es valorar la interacción, la colaboración y la solidaridad, es valorar la negociación para enfrentar los conflictos. Con estas responsabilidades asumidas desde el primer momento, se disfruta de la escuela, se minimizan los inconvenientes y se gestiona una organización escolar grande, abierta, interactuando con la sociedad con quien se ha vinculado mediante un contrato pedagógico.” FELIZ DIA PARA TODOS!





viernes, 25 de septiembre de 2020

miércoles, 23 de septiembre de 2020

POESÍA: " EL ASCENSOR Y LA ESCALERA " DE ELSA BORNEMAN

 




❣❣El ascensor y la escalera❣❣

de Elsa Bornemann

Un día de primavera

el ascensor

se enamoró de una escalera

del corredor. 

Entonces, desde ese día

él la miraba

mientras diez pisos subía 

o los bajaba. 

Ella, con traje de mármol 

color marfil, 

siempre duro como un árbol 

del año mil. 

Él presentó sus quejas 

al portero: 

—¡Tras la puerta de rejas 

soy prisionero! 

Pero aunque sea primavera 

y haga calor... 

¡Nadie entiende a una escalera 

o a un ascensor! 

Pero una noche, amable, 

hablarle pudo 

mientras su lengua de cable 

se hacía un nudo: 

—Te quiero, escalera, y vivo 

sólo por ti. 

¿Quieres casarte conmigo?

 Por favor, di. 

Con palabras que salieron 

a empujones 

muertos de risa dijeron 

sus escalones: 

 —No ganas ni un centavo 

por tu trabajo, 

y siempre como un pavo 

de arriba a abajo. 

Cada cable y botones 

del ascensor, 

cada tuerca, a montones 

sintió dolor. 

Ya entonces disparando

en triste vuelo, 

se dejó caer, llorando, 

en el subsuelo. 

Pero aunque sea primavera 

y haga calor... 

¡Nadie entiende a una escalera

 o a un ascensor!

martes, 22 de septiembre de 2020

POEMA: "ROMANCE DE LA CANOA Y EL RÍO" DE ELSA BORNEMAN





ROMANCE DE LA CANOA Y EL RÍO


Cuentan que era blanca
y que amaba al río
y que él la esperaba
de tarde, a las cinco.
Ella, una canoa,
él, un verde río...
Ella, de madera,
él, de junco y brillo.

Cuentan que se amaban
tal como dos niños
y que en cada cita
espiaba un grillo.
Ella, con sus brazos
de remos antiguos
—dulce— acariciaba
su cara de vidrio.
Y él, con sus labios
de agua —muy tibios—
toda la canoa
besaba a las cinco.

Cuentan que una tarde
de color ladrillo
la canoa blanca
no vino... no vino...
Loco de tristeza
la llamaba el río:
a toda la costa
salpicó su grito...
¡Ay!, que sin oírlo
un pescadorcito
la canoa blanca
llevó hacia otro río.

Cuentan que a las tardes,
cuando dan las cinco,
los labios del agua
se ponen muy fríos:
buscan la canoa...
sus remos antiguos...
La lloran los sauces
y la extraña el grillo.

✫¨´`'*°☆ ✫¨´`'*°☆

“Romance de la canoa y el río” (pág. 90) en: Disparatario. 55 versicuentos y 1 cuento de amor disparatado. Elsa Bornemann. Ilustradores: O'Kif. Colección: Serie Morada. Páginas: 128. Género: Poesía y cuento. Edad: Desde 8 años. Alfaguara infantil, 1997.
“Un libro lleno de personajes extraños, situaciones insólitas, un cuento muy divertido y hasta un texto para leer con la ayuda de un espejo. Reúne poemas, canciones y raras noticias que se dejan leer al derecho y al revés. Uno de los libros más famosos de la autora favorita de los chicos.”



lunes, 21 de septiembre de 2020

INVITACIÓN DE FUNDACIÓN LEER

 ¿Ya viste todo lo que va a pasar este viernes? ¡Tenés una cita con tus escritores e ilustradores preferidos! Todos juntos en un mismo lugar. ¡Anotate ahora con tu institución o con tu familia, y celebremos juntos la Maratón Nacional de Lectura!

 https://maraton.leer.org/
#MeSumoALeer














21 DE SEPTIEMBRE: "BIENVENIDA PRIMAVERA"

 


PRIMAVERA

Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.


Gabriela Mistral


viernes, 18 de septiembre de 2020

POESÍAS DE ANA MARÍA SHÚA

Las cosas que quiero

De las autoras de Las cosas que odio y otras exageraciones.
Ana María Shua y Paloma Fabrykant.
Ilustraciones: Gabriela Burin




Un trabajo de verdad



No quiero ser cocinero
ni doctor ni economista
ni informático ni artista
ni bombero.

Lo que quiero es conseguir
un trabajo de verdad:
quiero ser paseador de dragones
en mi ciudad.

Iría a buscar primero
al dragón amarillo,
el de los dientes verdes
con mucho brillo.

Al dragón más peleador
lo buscaría al final
para que no me quemara
a los demás.

Y al que fuera peligroso
le pediría a su dueño
que le pusiera un bozal
de amianto negro.

Al dragoncito más chico
lo llevaría en mis brazos,
se quedaría dormido
a los diez pasos.

A la gente le daría
un poquito de miedo,
iríamos por las calles
echando fuego.

Y cuando abrieran sus alas
para emprender el vuelo,
me llevarían con ellos
por el cielo.

Yo no sé si esa carrera
se estudia en la facultad.
¡Ser paseador de dragones
es genial!





Cuatro o cinco horitas más.


Quisiera tener más tiempo,
cuatro o cinco horitas más:
un par para ver la tele
dos o tres para jugar.

Cuando vuelvo de la escuela,
las tareas me reclaman,
mamá prepara la cena
y al rato voy a la cama.

Por semana juego al fútbol
unas tres o cuatro veces,
varias horas les dedico
a mis cómics de los X-men.

Es que la vida de hoy
resulta muy estresante,
entre pruebas y trabajos
ya no hay recreo que alcance.

Los adultos creen que ellos
son los que más lo padecen
pero los chicos vivimos
apurados muchas veces.

Están las clases de inglés,
el ensayo de la obra,
que el torneo de verano…
Y ni hablar si tenés novia.

Por eso yo no pido
para esta Navidad
golosinas ni juguetes:
¡solo cuatro horitas más!



FUENTEhttps://bpcd-shua.blogspot.com/2020/05/las-cosas-que-quiero-de-ana-maria-shua.html 

jueves, 17 de septiembre de 2020

CUENTO:" CARTA AL LOBO" DE LAURA DEVETACH

Querido don Lobo:

Cuántos años han pasado ¿no? Seguramente Ud. está entrecano y con algún diente postizo, igual que yo. Seguramente tendrá nietos. Yo tengo una que se llama Sidonia. Tuvimos varias discusiones de familia para que no la llamaran con un sobrenombre, Gordi, por ejemplo. Porque tenía unos rollitos que Ud. se hubiera almorzado con fruición.



Hablé con mi hija y mi yerno y les conté lo feo que fue para mí darme cuenta, ya de grande, que mi nombre real se borró de un saque porque a mi abuela se le ocurrió llamarme para siempre como a esa capucha roja hecha por sus propias manos. Y lo peor es que yo no me daba cuenta. Y el mundo entero la apoyó.

Ud. se preguntará por qué le escribo. Bueno, ya que no lo maté cuatro o cinco veces como por momentos tuve ganas, hoy quiero atar algunos hilos sueltos de nuestra historia.

Quiero contarle por ejemplo que yo fui al bosque porque mi mamá, con esa maldita costumbre que suelen tener muchos grandes, me mandaba de delegada frente a mi abuela en lugar de ir ella. ¿No le parece arbitrario que mamá (sin motivos conocidos) mande a nena chica a que atraviese bosque con lobo para llevar manteca y tortas a abuela enferma? No entiendo por qué, si Ud. estaba en el bosque y ella lo sabía y también sabía de su apetito, esa mamá mía no me acompañó o me enseñó a defenderme.

¿A Ud. le enseñaron algo sobre las chicas que iban al bosque? Seguro que le dijeron que yo solamente era ‘comida’ y que para ser un buen lobo había que comerse una chica.



Bueno, ahí andaba yo, sola. Pero el bosque estaba lleno de otras cosas. Además de las flores con las que mi mamá me dijo que no me entretuviera, había pájaros, escarabajos que hacían divertidas pelotas, cañas para hacer flautas, olores misteriosos. Me llené de preguntas. ¿Por qué las palomas hacían nidos tan pero tan chatos que los huevitos se les caían? ¿Por qué el pino y su fruto, la piña, tenían la misma forma puntiaguda? Si se lo preguntaba a mamá o a mi abuela me contestaban: ‘Porque sí’ o ‘Porque Dios lo quiso’, o que una chica debe estar ocupada y no andar preguntando pavadas. Alguna vez el leñador me enseñó a orientarme en el bosque mirando de qué lado crecía el musgo en los árboles. Pero no lo terminé de entender, y lo veía tan poco…

Yo sentía que tanto mi mamá como mi abuela siempre tenían razón. Y esa mala costumbre de que no se me escaparan pensamientos me ponía bastante mal. Cuando me encontré con Ud. sólo recordé la advertencia de mamá: ‘Cuidado con el lobo’. Pero –me dije atolondrada- ¿cuidado de qué?

Encima me había entretenido con las flores, dos pecados juntos, pensar si la vieja no estaría equivocada y tirarme una canita al aire. Para colmo Ud. era amable, poderoso y pícaro. Con una sola pregunta, con tres frases que me dijo, logró que yo le ubicara la casa de mi abuela que fuéramos los dos para allá, y encima, Ud. por el camino más corto y yo por el más largo. La muy mamerta sólo hizo lo que sabía: obedecer.



Después, cuando entré a la casa y mi abuela salió con esa idea de que me sacara la ropa y me acostara con ella, me sentí para el diablo, pero a los mayores no se los contradice y menos si están enfermos.

A partir de ahí poco y nada recuerdo. Sólo el miedo y la oscuridad.



Dicen que Ud. me comió entera. Gracias, eso ayudó a que saliera bien parada. El leñador se portó, hizo lo suyo ese muchacho. La que salió muy enojada fue mi abuela que repetía todo el tiempo: ‘Yo le dije a tu madre, yo le dije a tu madre.’

En fin, don Lobo, pasó mucho tiempo. Pero cuando yo salí de su panza y pude sacudirme un poco el susto, me dije: ‘A éstas ya no les hago más caso.’ No sé si Ud. seguirá tan bestia como antes o cambió un poco después de semejante experiencia. Lo que sí sé es que sigue vivito y coleando y tiene hijos y nietos como yo. Y que algo podría haber pensado sobre estas cosas.

Mi mamá y mi abuela siguen diciendo que verdades eran las de antes y que las mujeres no tenemos que pensar pavadas porque ésa es la voluntad de Dios y si no, nos come el lobo. También es cierto que mi mamá a veces me mira con curiosidad y una chispa verde parecida a la envidia.

La historia, para mí, siguió para adelante con mi hija, con la nieta. Cada tanto la pequeña Sidonia tiene que cruzar el bosque. Eso es inevitable, ni siquiera es noticia. Siempre se encuentra con todo lo probable de encontrar en un bosque. Pero ella sabe algo sobre esas cosas. ¡Con los tiempos que estamos viviendo!

La última vez se encontró con un lobito bastante piola y se hicieron tan pero tan amigos que no dan para personajes de cuentos como el que vivimos nosotros. Me alegro. Aunque parezca mentira, algo cambió en este mundo y por lo menos esta nieta mía necesita un cuento diferente.

Desde todos estos años que me sirvieron para mirarme mejor, lo saluda atte.


Caperucita Roja
Mayo 1989



Texto publicado en “Oficio de palabrera. Literatura para chicos y vida cotidiana”,
Edic. Colihue, Bs. As. 1991. Reeditado en 2012 por Edit. Comunic-Arte.


FUENTE https://bpcd-devetach.blogspot.com/2017/02/carta-al-lobo-de-laura-devetach.html

miércoles, 16 de septiembre de 2020

CUENTO: "SUEÑOS DE DRAGÓN" DE GUSTAVO ROLDÁN



A los dragones les gusta soñar. Les gusta porque sueñan cosas hermosas. Los sueños de los dragones no son como los otros sueños, un humo que se va. Son sueños que van tomando forma hasta que se los mira y se los ve de cuerpo entero.

Si un dragón sueña con un árbol enorme, lleno de flores, cuando se despierta encuentra a su lado un lapacho, un ceibo o un jacarandá.

Si sueña con mariposas, apenas abre los ojos ve un mundo de mariposas con alas doradas, con alas azules, con alas de todos los colores revoloteando por el monte.

¿Cómo, si no fuera por los sueños de un dragón, podríamos entender que de repente aparezcan millares de golondrinas en el cielo? ¿Cómo podríamos explicarnos que de un día para otro el campo se llene de flores rojas? ¿Cómo podríamos entender que de la nada salga un arco iris? ¿De dónde aparece un sol radiante en medio de la lluvia?

Solo se explica por el sueño de un dragón.

Y los dragones quedan contentos con sus sueños, porque saben que producen cosas hermosas.

Una vez un dragón tuvo una pesadilla. Soñó con una espantosa serpiente de siete cabezas, horriblemente perversa, que quería destruir el mundo entero.

—¡Odio las flores! —dijo una de las siete bocas.

—¡Odio los pájaros! —dijo otra mostrando los colmillos repletos de veneno.

—¡Odio los monos! —dijo una tercera cabeza.

—¡Los mataremos a todos! —dijo otra.

—¡Los mataremos y los comeremos! —rugió la quinta.

—¡A los monos y a todos los animales del mundo!

—¡Y los comeremos y los comeremos y los comeremos! —dijo la séptima.

Entonces se despertó el dragón y alcanzó a ver las siete cabezas que se perdían a la distancia buscando monos y pájaros y flores y a todos los animales del mundo para matarlos y comerlos.

—¡Qué hice! —se asustó el dragón.

Pero no había tiempo para lamentos, y corrió por el sendero marcado por la serpiente donde no quedaban ni rastros de flores ni de animales. El dragón voló y pasó por arriba de la serpiente y bajó cortándole el camino.

—¡Qué lindo dragón! —dijo una cabeza.

—¡Lo mejor para comenzar a comer! —dijo la segunda.

La tercera no habló. Ya había estirado su cuello con la velocidad de una centella hacia el cuerpo del dragón. Fue un movimiento casi invisible por la rapidez, pero el dragón, que sabía con quién había soñado, ya no estaba en ese lugar.

—¡Así me gusta! —dijo otra cabeza.

—¡Qué bien que pelea!

—¡Así nos podemos divertir!

—¡Sólo matar y comer es aburrido!

—¡Lo mejor es pelear!

—¡Pelear y matar y comer!

Y la serpiente atacó largando mordiscones para un lado y para el otro.

El dragón se las veía negras tratando de golpear con sus poderosas garras alguna de esas cabezas que nunca estaban en el lugar donde llegaba el golpe. Apenas logró en un momento rozar a la serpiente con las garras y sacarle una escama del cuerpo. Apenas una escama que voló y cayó a lo lejos.

Entonces probó con el fuego. Nada en el mundo podía resistir el fuego de un dragón. Dio un paso para atrás, resopló, y largó la llamarada roja más grande que nunca hubiera largado un dragón.

Un fuego espantoso, largo, oscuro, que recorrió todo el espacio donde estaba la serpiente. Ardieron los árboles de alrededor y la tierra despidió un humo espeso, enrojecida por el calor.

El dragón miró el humo que comenzaba a borrarse, buscando los restos de la serpiente, y se distrajo. Cuando se dio cuenta del tremendo salto de la serpiente, ya estaba envuelto en sus poderosos anillos. Las siete cabezas gritaban y reían y giraban enloquecidas.

—¡Dragón estúpido! ¿No sabías que no hay nada que nos guste más que el fuego?

—¡El fuego nos entusiasma como ninguna otra cosa!

El dragón tiraba tremendos golpes, pero las cabezas siempre estaban en otro lugar, y los anillos de la serpiente apretaban cada vez más. Entonces el dragón voló, voló hasta muy arriba, cerca de las estrellas, donde el frío es como el espanto y todo se convierte en un hielo de muerte que sólo aguantan los dragones.

—¡Eso, un poco más alto! Después del fuego no hay nada que nos guste más que el frío —gritaron las siete cabezas.

Entonces el dragón bajó, bajó como una flecha, se zambulló en el medio del río, en esa zona profunda donde no llegan ni los peces. Así ahogaría a la serpiente.

—¡Eso, eso! —gritaron las siete cabezas—. Nada nos gusta más que estar bajo el agua. Pero después queremos otro poco de fuego.

La serpiente seguía enroscada en el dragón.

Siete días y siete noches volaron, lucharon, cayeron, nadaron, subieron, bajaron, siempre como un solo cuerpo. Sin descansar. Al final, en un descuido de la serpiente, el dragón logró escapar de sus anillos. Pero ya no sabía qué hacer.

Había probado todas sus argucias y había usado toda su fuerza de dragón, pero la serpiente parecía invencible.

—¡Nos estamos divirtiendo como nunca! —gritaron las siete cabezas.

—¡Jamás nos había pasado algo tan hermoso! ¡Te queremos, dragón! ¡Que esta pelea no se acabe en mucho tiempo!

—¡Nos aburren las peleas tontas con animales tontos!

—¡Queremos pelear, pelear y pelear!

—¡Ataca de nuevo, dragón! ¡Te estamos esperando!

El dragón retrocedió un poco.

—¡Estás escapando, dragón cobarde!

El dragón pensó en volar, volar muy alto y muy lejos, y olvidarse para siempre de esa serpiente. Pero entonces ella mataría a todos los animales. No había caso. Escapar no servía. Pero si… quizás sí podría servir…

El dragón voló hacia lo alto. Subió y subió, burlándose de la serpiente, mientras las siete cabezas lo llenaban en insultos. Y llegó hasta el lugar más alto, arriba de todas las nubes y las sombras Entonces planeó en círculos. En grandes círculos, dejándose llevar por el viento.

Y allí, mientras planeaba, cerró los ojos y se durmió.

Ya sabía lo que tenía que soñar. Y soñó.

Soñó con pájaros y flores, soñó con ríos crecidos, soñó con el arco iris, y cuando en medio del sueño apareció la serpiente de siete cabezas que peleaba enloquecida de furia, se dio vuelta en el aire para borrar su sueño. Porque los sueños se borran si uno se da vuelta para el otro lado mientras está soñando.

La serpiente se borró. Se borró de golpe, sin dejar ningún rastro de serpiente.

Entonces el dragón abrió los ojos. Estaba cansado, pero voló muy rápido para volver a ver el sitio de su pelea.

El lugar estaba como antes. Como siempre. Estaban los árboles y las flores. Estaban las mariposas y los monos. Y no había rastros de la serpiente. Ningún rastro de la pelea. Apenas una escama que brillaba y no brillaba en el suelo.

Visto y leído en
http://recuperemoslamagia.blogspot.com/2009/02/sueno-de-dragongustavo-roldan.html
http://edaicvarela.blogspot.com.ar/2012/09/gustavo-roldan.html

martes, 15 de septiembre de 2020

CUENTO:" EL ASTRONAUTA DEL BARRIO" DE SILVIA SCHUJER



EL ASTRONAUTA DEL BARRIO


Apenas sonó el despertador, el señor Poquito Pérez saltó de la cama como un resorte. Se quedó un rato parado en el medio del cuarto, y cuando creyó estar despierto, subió la persiana.

"Va a ser un día de sol", se dijo. Porque a través de la ventana vio que el cielo estaba celeste.

Pensando en el sol, el señor Poquito Pérez se pegó una ducha fresca y se vistió con ropa liviana: un pantaloncito corto, una remera de hilo y una gorra con visera. También preparó los anteojos negros, pero no se los puso hasta la hora de salir.

Antes de afeitarse prendió la radio y escuchó un informativo. Entre noticia y noticia, el locutor le recordó a la gente que esa mañana empezaba el invierno.

"¡Pero si ya estamos en invierno!", se acordó el señor Poquito Pérez.

Así que, para no morirse de frío en la calle (a veces, aunque haya sol hace frío), además de lo que ya se había puesto, se calzó un buzo, un pañuelo de garganta, guantes y un par de medias de lana.

Después de afeitarse, el señor Poquito Pérez fue a la cocina a prepararse unos mates. Estaba desayunando cuando en eso miró la hora y recordó que no era domingo, que tenía que ir al trabajo.

"¡Qué tonto!", se dijo. "¿Cómo voy a ir a trabajar con pantaloncitos cortos?".

Volvió entonces a su habitación y así nomás -para no perder tiempo- se puso unos pantalones largos arriba de los cortitos, el saco del traje arriba del buzo (y de la remera) y un par de zapatos sobre las medias de lana.

Antes de salir a la calle, el señor Poquito Pérez volvió a mirar por la ventana y el celeste del cielo se había vuelto gris. No sólo no había una hilacha de sol, sino que las nubes, gordísimas, parecían a punto de explotar.

—Va a llover —comentó—. Lo que me faltaba.

Y para no mojarse, encima de lo que ya tenía, se puso una campera con capucha. Sobre la campera, un piloto y sobre los zapatos —para no arruinarlos— un par de botas de goma.

Un poco incómodo, el señor Poquito Pérez abrió la puerta y salió de su casa. Caminaba por la vereda tan despacio y endurecido de ropa que más de un vecino lo confundió con un astronauta. Y hasta tal punto parecía un astronauta que él mismo se convenció: cuando llegó a la parada, en vez de un colectivo, tomó una nave espacial (una que pasaba por la esquina). Y tan bien lo trataron en la nave esa mañana que, en vez de ir al trabajo, el señor Poquito Pérez, se fue derecho a la Luna.

Y lo bien que lo pasó...



FIN

✫¨´`'*°☆ ✫¨´`'*°☆

Por Silvia Schujer | Para LA NACION
Viernes 19 de agosto de 2011 | Publicado en edición impresa
http://www.lanacion.com.ar/1398681-el-astronauta-del-barrio


lunes, 14 de septiembre de 2020

CUENTO: "LA LLAVE DE JOSEFINA" DE IRIS RIVERA






LA LLAVE DE JOSEFINA



Hay gente que no tiene paciencia para leer historias.

Acá se cuenta que Josefina iba caminando y encontró una llave. Una llave sin dueño. Josefina la levantó y siguió andando.

Seis pasos más allá encontró un árbol. Con la llave abrió la puerta del árbol y entró. Vio cómo subía la savia hasta las ramas y subió con la savia.

Y llegó a una hoja y a una flor. Se asomó a la orilla de un pétalo, vio venir a una abeja y la vio aterrizar.

Con la llave, Josefina abrió la puerta de la abeja y entró.

La oyó zumbar desde adentro, conoció el sabor del néctar y el peso del polen.

Y voló hasta un panal.

Con la llave abrió la puerta del panal, abrió la puerta de una gota de miel y entró y goteó sobre la zapatilla de un hombre que juntaba la miel.

Hay gente que en esta parte ya se aburrió y prende la tele. Pero la historia dice que, con la llave, Josefina abrió la puerta del hombre y entró. Y sintió lo fuerte que quema el sol y cómo se cansa la cintura y que el agua es fresca. Y, con la mano del hombre, acarició a un perro común y silvestre.

Con la llave, Josefina abrió la puerta del perro y entró. Y les ladró a las gallinas, al gato y al cartero. Y después abrió la puerta del cartero, del gato, de las gallinas, de las limas para uñas, de las tortas de crema, de los banquitos petisos y de los grillos.

Hay gente que, a esta altura, ya se fue a tomar la leche. Pero la historia dice que, cuando estuvo segura de que esa llave abría todas las puertas, Josefina abrió la puerta de Josefina y entró.

Se sentó en el banquito petiso y, con la lima para uñas, se puso a hacer otra llave distinta a la primera, pero igual.

Después se quedó sentada en el banquito, pensando. Josefina quiere elegir a quién darle la segunda llave. Porque no es cuestión de entregársela a cualquiera.

Pero si vos todavía estás ahí, si no prendiste la tele y no te fuiste a tomar la leche... acá la tenés, tomala. Porque dice Josefina que la llave es tuya.


FIN


Cuento del libro “Sacá la lengua”
(Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1999; colección Cuenta conmigo).