A todos los chicos que odian comer
Prima Alma era una niña inapetente
tan flaquita como un escarbadiente.
Prima Alma odiaba la comida,
y había algunas cosas en la vida
que la pobre no podía comprender.
¿Por qué otra vez a la mesa
si habían comido ayer?
Prima Alma
masticaba con calma.
Se cuenta que una vez
masticó un alfajor
durante un mes.
No es extraño.
Hubo un buche de sopa
que le duró casi un año.
Mi tía Musita
le decía así:
—¡Comé mi capullito
de alelí!
Y ella contestaba
con mucha firmeza
—Hoy no como
porque me duele la cabeza.
El bife tiene nata
La leche tiene arrugas
La papa tiene grasa.
La mermelada es dura.
El queso está muy verde.
La torta está madura.
La carne está muy dulce
El huevo está tostado.
El postre es muy salado.
No quiero la ensalada,
está toda quemada.
No quiero ese puré,
le siento gusto a té.
La sal está muy fría,
la sopa está vacía,
la fruta está caliente
y el jugo de naranja
me queda entre los dientes.
La pobre prima Alma no entendía
por qué había que comer todos los días.
En nombre de Alma,
con mucho placer
dedico este verso
a todos los chicos
que odian comer.
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