A mí no me gusta ser el del cumpleaños porque ¿viste que todos te corren atrás? Lo que me gusta son los regalos y también que mi hermana revienta porque los grandes me hablan todos a mí. Y que va a venir mi abuela y la tía Angelita que vive lejos, pero ese día viene. Y mi padrino, que me hace adivinar con pistas lo que me va a traer.
Todo eso me gusta, pero las animadoras, no. No las quiero más. ¿Por qué hay que jugar a lo que ellas dicen, a ver?
Otra que me da bronca es que tengo que invitar a todo el grado porque si no, queda mal. Y tengo que invitar a Javier Canteruchi que te patotea, a Nahuel que te pone la traba y a Candelaria que es una chusma venenosa.
Y vas para acá… se te vienen. Vas para allá… se te vienen.
Y siempre, en alguna parte del cumpleaños, me agarra bronca y lloro.
Este año no quise a las animadoras. Contando a mis primos, éramos como cuarenta. Mi mamá estaba nerviosa. Bah… siempre está nerviosa en mi cumpleaños.
No quise a las animadoras y se vinieron los cuarenta: los pibes y las pibas.
Mientras iban llegando estuvo bueno. Abrir los paquetes... Algunos te regalan medias, pero igual.
Empezó bien el cumpleaños, pero al rato, las pibas hinchaban que querían jugar al semáforo. Y los pibes, a la pelota. Mi papá no nos daba la pelota, entonces jugamos al semáforo. Pero, como semáforo rojo es beso, cuando dijeron rojo tres veces, mi papá trajo la pelota. Y se pudrió todo.
Las pibas se ofendían y todo eso que hacen la pibas. Conventillo y eso.
Se empezaron a cruzar por el medio. Mi mamá dijo que le íbamos a sacar la cabeza a alguna, entonces vino mi papá y se llevó la pelota. Pero ya estábamos todos peleados.
Candelaria empezó a juntar pibes y a decir secretos y todos le hacían caso a ella y no me hablaban a mí, menos Mariano y Matías. Con Mariano y Matías empezamos a decir cosas entre nosotros tres. Entonces vino Javier Canteruchi y le pegó un empujón a Matías. Entonces Mariano le encajó una piña a Javier Canteruchi. Entonces yo me metí y se armó la guerra.
Mi papá vino a separarnos y me sacó de la guerra y mi mamá me llevó adentro y me dijo que por qué las dejaste a tus compañeritas de lado. Con cara de muy enojada me lo dijo. Yo qué sé, la cosa es que este año también lloré. Mi mamá también lloró porque ¿para esto me rompí toda?, decía. Y yo ahora me tenía que quedar adentro hasta que lo pensara bien.
Lo pensé bien enseguida porque me estaba perdiendo mi cumpleaños, pero cuando pude salir de pensarlo bien, las pibas estaban contra la pared y los pibes caminaban mirando para el piso. En eso llega la tía Angelita, la que vive lejos, y dice:
–¡Uh! Siempre la misma distraída, yo… vengo a un cumpleaños y me meto en un velorio…
Y se dio vuelta para irse, pero mi mamá, que se estaba sonando los mocos, le dijo:
–Pará, pará… vení que este velorio es con torta.
Y mi abuela aprovechó para prender las velitas. Yo también me soné los mocos y todos me cantaban:
Feliz, feliz en tu día,
ojalá que te pise un tranvía.
¿Sabés cómo gritaba Candelaria en esa parte? Suerte que tranvías no hay más porque si no, más que seguro me pisaba.
FIN
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