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viernes, 30 de octubre de 2020

CUENTO: " LA CASA MÁS ABRIGADA DEL MUNDO" DE GRACIELA MONTES



" LA CASA MÁS ABRIGADA DEL MUNDO" DE GRACIELA MONTES




 En el barrio de Florida pasan a veces cosas que no son cuento, pero parecen. Y esto fue lo que pasó con Macedonio, el que tejía.

Macedonio había aprendido a tejer por el mucho frío que siempre tenía, en invierno y en verano, en las orejas, en los pies, en la nariz y en las manos. Tanto, pero tanto frío solía tener Macedonio que nunca usaba menos de tres camisetas de frisa, cinco pulóveres finitos y dos pulóveres gruesos, cuatro pares de medias, varias bufandas, pares de guantes, gorros…y también medias en las orejas.

Y fue precisamente por culpa de las orejas que Macedonio empezó a tejer. Las medias —a rayas, a rombos o lisas— no calzaban demasiado bien y siempre siempre, por mucho que se empeñara Macedonio en ajustarlas con vueltas y dobleces, terminaban cayendo hacia abajo, como orejas de cocker spaniel.

Macedonio, de apellido Castro, no estaba dispuesto a parecer un cocker, de apellido spaniel. Por eso pidió prestadas unas agujas, compró un ovillo de lana y aprendió a tejer.

Se tejió unas lindísimas mediarejas de color rojo, que se calzó (o se orejó) de inmediato. Las mediarejas eran bolsitas redondas que se adaptaban a las mil maravillas a las orejas de Macedonio, y muy posiblemente a las de cualquier otro vecino del barrio de Florida igual de friolento.

Bueno, lo cierto es que Macedonio había resultado un buen tejedor y, además, el tejido lo divertía bastante en sus largas tardes de jubilado.

—¡Mirá, mami, un hombre tejiendo! —gritó un nenito el primer día. Después ya nadie dijo nada más, y Macedonio tejiendo —en la plaza, en la puerta de su casa o en el banco del andén de la estación— era más corriente que un gato lamiéndose las patas.

Pero, claro, después de tejerse cinco pares de mediarejas, y hasta algunas mediarices (que eran, como podrán imaginarse, tapaditos para las narices), Macedonio ya no tuvo qué parte de su cuerpo proteger del frío con sus tejidos.

Entonces pensó en su perro García, y le tejió una capita roja con una gran G de color amarillo. La capita de García era realmente estupenda, y los vecinos de Florida, cada vez que veían pasar al perro, se admiraban de lo bien que tejía el dueño.

Un día Macedonio fue a tomar el té a casa de Carmela Bermúdez, que era su más amiga, y descubrió, para su alegría, al cubretetera, una capita de lana de muchos colores que servía para que el té no se enfriara.

Ese fue un gran día para Macedonio, porque descubrió que también las cosas pueden abrigarse.

En pocas semanas tejió una cubretetera, un cubrecamas, un cubrevelador, un cubrecocina, un cubreheladera (tenía frío la heladera, pobrecita), un cubreinodoro (incomodísimo), varios cubresillas y hasta cubreárboles para el jacarandá y el palo borracho que crecían en el jardín de adelante.

Macedonio seguía sin parar. Cuando alguien lo visitaba en su casa y le hacía sentir que era un poco extraño eso de cubrirlo todo con fundas, Macedonio decía:

—En una de ésas las cosas son como yo, y tienen frío.

Un día Macedonio fue a la tienda de Zucotti, como siempre, a comprar lana. Empezó por pedir verdes, que eran sus favoritos —verde oliva, verdemar, verde limón y verde botella—, después pidió rosados y fucsias, amarillos y naranjas, rojo y azul, lilas y violetas, y hasta blanco y negro. Zucotti se quedó sin una sola madeja de lana, pero se ve que no fue suficiente, porque ese mismo día, Macedonio se fue al centro en el tren del mediodía y volvió a la tarde, silbando bajito. Y porque al día siguiente paró frente a la casa un camión de las Grandes Tiendas, de donde bajaron dieciocho cajas de lana bien abrigada con dibujo de gatito.

Fue entonces cuando todos se dieron cuenta de que Macedonio estaba por comenzar una gran obra, una obra de verdad importante.

Al día siguiente empezó a tejer. Tejía cuadrados, triángulos, rombos y rectángulos larguísimos, tejía a rayas, a cuadritos, tejía santaclara, punto inglés y punto arroz. Tejió cientos y cientos de pedazos, tejió toda la primavera y todo el verano, y cuando empezó el otoño, se metió en su casa y casi no volvió a salir.

—Ha de estar armando el rompecabezas —se reía Carmela, que era la más amiga.

Un día, uno de los primeros días de frío, Macedonio salió de su casa —bien abrigado y con mediarejas, por supuesto— arrastrando algo que parecía la frazada de un gigante. Los que la vieron recordaron, uno por uno, los pedazos que habían visto tejer.

Macedonio buscó la escalera y con gran esfuerzo subió al techo y fue izando poco a poco el tejido. Se apoyó en la chimenea y dejó caer la cascada de lana de colores que, tironcito a tironcito, se fue acomodando maravillosamente a la casita, a su techo a dos aguas, a cada una de sus paredes, a sus ventanas…Era un fantástico, alegre y abrigado cubrecasas.

Y aquí paro de contar esto que parece pero no es un cuento.

Cuando anden por el barrio de Florida busquen la casa con pulóver. Fíjense bien: tiene un ojal chiquito al que se ajusta el timbre. Toquen tres veces: Macedonio les va a desabotonar la entrada y los va hacer pasar a la casa más abrigada del mundo. Es muy posible, además, que les teja mediarejas amarillas con estrellas rojas.



                                                     FIN



Graciela Montes en:

“Doña Clementina Queridita, la achicadora”, Ediciones Colihue


jueves, 29 de octubre de 2020

CUENTO: "VELORIO CON TORTA" DE IRIS RIVERA

 

A mí no me gusta ser el del cumpleaños porque ¿viste que todos te corren atrás? Lo que me gusta son los regalos y también que mi hermana revienta porque los grandes me hablan todos a mí. Y que va a venir mi abuela y la tía Angelita que vive lejos, pero ese día viene. Y mi padrino, que me hace adivinar con pistas lo que me va a traer.

Todo eso me gusta, pero las animadoras, no. No las quiero más. ¿Por qué hay que jugar a lo que ellas dicen, a ver?

Otra que me da bronca es que tengo que invitar a todo el grado porque si no, queda mal. Y tengo que invitar a Javier Canteruchi que te patotea, a Nahuel que te pone la traba y a Candelaria que es una chusma venenosa.


Y vas para acá… se te vienen. Vas para allá… se te vienen.

Y siempre, en alguna parte del cumpleaños, me agarra bronca y lloro.




Este año no quise a las animadoras. Contando a mis primos, éramos como cuarenta. Mi mamá estaba nerviosa. Bah… siempre está nerviosa en mi cumpleaños.

No quise a las animadoras y se vinieron los cuarenta: los pibes y las pibas.

Mientras iban llegando estuvo bueno. Abrir los paquetes... Algunos te regalan medias, pero igual.



Empezó bien el cumpleaños, pero al rato, las pibas hinchaban que querían jugar al semáforo. Y los pibes, a la pelota. Mi papá no nos daba la pelota, entonces jugamos al semáforo. Pero, como semáforo rojo es beso, cuando dijeron rojo tres veces, mi papá trajo la pelota. Y se pudrió todo.


Las pibas se ofendían y todo eso que hacen la pibas. Conventillo y eso.


Se empezaron a cruzar por el medio. Mi mamá dijo que le íbamos a sacar la cabeza a alguna, entonces vino mi papá y se llevó la pelota. Pero ya estábamos todos peleados.



Candelaria empezó a juntar pibes y a decir secretos y todos le hacían caso a ella y no me hablaban a mí, menos Mariano y Matías. Con Mariano y Matías empezamos a decir cosas entre nosotros tres. Entonces vino Javier Canteruchi y le pegó un empujón a Matías. Entonces Mariano le encajó una piña a Javier Canteruchi. Entonces yo me metí y se armó la guerra.


Mi papá vino a separarnos y me sacó de la guerra y mi mamá me llevó adentro y me dijo que por qué las dejaste a tus compañeritas de lado. Con cara de muy enojada me lo dijo. Yo qué sé, la cosa es que este año también lloré. Mi mamá también lloró porque ¿para esto me rompí toda?, decía. Y yo ahora me tenía que quedar adentro hasta que lo pensara bien.


Lo pensé bien enseguida porque me estaba perdiendo mi cumpleaños, pero cuando pude salir de pensarlo bien, las pibas estaban contra la pared y los pibes caminaban mirando para el piso. En eso llega la tía Angelita, la que vive lejos, y dice:


–¡Uh! Siempre la misma distraída, yo… vengo a un cumpleaños y me meto en un velorio…

Y se dio vuelta para irse, pero mi mamá, que se estaba sonando los mocos, le dijo:

–Pará, pará… vení que este velorio es con torta.

Y mi abuela aprovechó para prender las velitas. Yo también me soné los mocos y todos me cantaban:

Feliz, feliz en tu día,

ojalá que te pise un tranvía.

¿Sabés cómo gritaba Candelaria en esa parte? Suerte que tranvías no hay más porque si no, más que seguro me pisaba.





                                                         FIN


miércoles, 28 de octubre de 2020

CUENTO: " CON EL SOL ENTRE LOS OJOS" DE ELSA BORNEMAN

 

"CON EL SOL ENTRE LOS OJOS"



La única que se dio cuenta soy yo: Gustavo tiene un sol entre los ojos. Un pequeño sol colorado, de rayos desparejos, como despeinado en los bordes...

Cuando Gustavo mira, enciende cada cosa que mira.




La primera vez que lo advertí fue cuando puso antorchas a lo largo de la escalera de la escuela, una sobre cada peldaño, a medida que bajábamos.

Me asombré tanto, que no pude decir nada.

Otra vez, prendió las cortinas del salón de música. Yo estaba ubicada en la grada junto al ventanal y sentí que las espaldas me ardían de repente. Inquieta, busqué a Gustavo entre el grupo de chicos que cantaban al lado del piano. Lo sorprendía mirando fijamente en dirección a mí.

Más tarde, cuando le pregunté cómo era posible que nadie más se diera cuenta, me contestó con una larga sonrisa.

¡Pro una tercera vez encendió un mediodía a las once de la noche! Fue en el mismo momento en que finalizaba la fiesta de mi cumpleaños y nos despedíamos con un beso ligerito en la puerta de mi casa. Entonces ya no pude soportar su silencio ni un minuto más. —¿Cómo explicártelo? —me dijo, medio avergonzado, cuando le exigí que respondiera a mi por qué.

—Ni yo entiendo bien qué es lo que me está pasando... Parece que solamente nosotros dos lo notamos... ¿Vas a ser capaz de guardar el secreto, no?





Le aseguré que sí sin pensarlo, porque lo cierto era que ya no podía desoír las ganas que tenía de confiarles a todos mi maravilloso descubrimiento.

Contárselo a la maestra frente al grado, eso es lo que hice.

De puro tonta nomás, una mañana quebré lo prometido y me decidí. —Señorita... —le dije— ¡Gustavo lleva un sol entre las cejas! ¿Usted no lo ve? La maestra se balanceó en su silla, divertida. Las risas de mis compañeros sacudieron el aula. Gustavo me miró asombrado y la sala pareció quemarse. Allí estaba su sol, más brillante que otras veces, abriendo un caminito rojo con sus rayos. Un caminito que empezaba en su cara y terminaba en la mía. Un caminito vacío, completamente en llamas. Fulminante.

—¿Qué fantasía es esa? —exclamó la maestra—. ¡El único sol que existe es aquél! —y la señorita señaló el disco de oro colgado de una esquina del cielo, justo de esa esquina que se dobla sobre el patio de la escuela.

—Se burlaron, ¿viste? —me susurró Gustavo no bien salimos al patio. —¿Qué necesidad tenías de divulgar el secreto? ¿Acaso no te basta con saber que es nuestro?

Sí. Ahora me basta. Aprendí que es inútil pretender que todos sientan del mismo modo. Aunque sean cosas muy hermosas las que uno quisiera compartir...

Desde entonces, no he vuelto a contárselo a nadie. Pero esta maravilla continúa desbordándome y necesito volcarla, al menos, en mi cuaderno borrador. Por eso, escribo.

En los recreos, casi siempre sigo siendo sólo yo la que juega con Gustavo. —Es un pibe raro... —murmuran los demás chicos.

Y tienen razón. Sí. Gustavo es un muchacho diferente, pero por su sol, que únicamente yo tengo el privilegio de ver. ¡Y es hermoso ser distinto por llevar un sol entre los ojos!

Gustavo. Mi más querido amigo.

Pasamos las tardes de los domingos correteando por la plaza y él sigue encendiendo cada cosa que mira, una por una:

El agua de la fuente se llena de fogatas.

La arena bajo el tobogán es una playita incendiada.

Los árboles lanzan llamas a su paso y hasta las mariposas, si las toca su mirada, son fósforos voladores...

Ahora que lo escribí, el secreto ya no me pesa tanto...

Estoy contenta y, sin embargo, tengo una duda: ¿seré yo su amiga más querida?

Me parece que sí, porque aunque no se lo pida, Gustavo viene a buscarme a través de su caminito en llamas... Cuando llueve, él se apura a regalarme sus tibios rayitos... Cuando estoy triste, ilumina mi vereda hasta hacerme sonreír...

Por eso, aunque nadie lo vea, aunque me hayan dicho que es un disparate, aunque me vuelven a repetir cien veces que es imposible, yo estoy segura, yo lo creo: Gustavo tiene un sol entre los ojos.


No somos irrompibles
(12 cuentos de chicos enamorados)
Autora: Elsa Bornemann
Ilustraciones: O´Kif
Colección: Serie Naranja
ALFAGUARA INFANTIL
Desde 10 años









martes, 27 de octubre de 2020

CUENTO: " LA CUESTIÓN DEL HADA TOMASOLI" DE EMA WOLF

Si se acuerdan de Cenicienta, se acordarán también del hada que apareció para ayudarla aquella noche en que hubo baile en el palacio.
Bien.
El hada se llamaba Tomasa Tomasoli. Era regordeta, bastante enana, más parecida a un pan de leche que a un hada.
Lo que quiero contar es qué pasó en realidad esa noche en la cocina. Porque yo creo que la verdad debe saberse cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Hasta ese momento la historia es tal como ustedes la conocen: la madrastra había llevado a sus dos hijas al baile con la esperanza de que alguna enganchara al príncipe y a Cenicienta la dejaron sola en la casa con una pila de platos por lavar.
¡Una porquería lo que hicieron!
Cenicienta lloraba. Entre mocos, se miraba los harapos del color de una batata olvidada en las brasas. ¿Quién iba a abrirle las puertas del palacio si se presentaba con esa facha?
Entonces apareció Tomasa. De dónde vino, no se sabe. Cómo se enteró de lo que le pasaba a esta chica, tampoco se sabe.





—No llores, pequeñuela. Yo te ayudaré —le dijo. Se arremangó y se puso a buscar en la cocina los ingredientes para hacer su magia.


En la canasta de las cebollas encontró unos ratones. Los sacó al patio y allí los convirtió en seis hermosos caballos blancos con plumas en la cabeza.
Después descubrió a Helmut, el perro de la casa, que dormía abrazado a una escoba. Con un golpe de varita lo convirtió en un elegante cochero de librea y peluca.
Cenicienta no podía creer lo que veía. El perro y los ratones tampoco.
Tomasa sonrió satisfecha y continuó su obra.
En la puerta de la cocina descubrió al gato. Lo pescó justo en el momento en que se iba, con miedo de que esa trastornada lo convirtiera en olla o algo peor. Con el gato no fue tan fácil. Se resistió. Pero Tomasa lo sostuvo firme por la cola y con un pase de magia lo transformó en un lacayo trajeado de terciopelo y medias finas.
A continuación el hada tocó el vestido de Cenicienta. ¡Increíble! Los feos harapos se volvieron un vestido rosado, esponjoso, divino, de esos como para no pasar papelones en una fiesta.
A esa altura lo único que quedaba en la cocina en estado normal era un zapallo.
Cenicienta le señaló al hada el zapallo. Estaba ansiosa por ver cómo convertía esa simple hortaliza en una carroza dorada.
Pero el hada se rascó la cabeza con preocupación.



–¿Qué pasa? –dijo Cenicienta dulcemente–. Necesito una carroza, ¿no?
Tomasa se puso muy inquieta. Empezó a balbucear.
–Es que… yo…
–¿Yo qué, mi hada buena?
–¿Yo… ¿cómo te puedo explicar?
–¿Explicar qué?
Por fin el hada pudo decir algo:
–Yo, con el zapallo…sólo…
–¿Sólo qué?
–¡No me pongas nerviosa! Es que yo… Yo con el zapallo sólo se hacer…
–¡¿Hacer qué?!
–…dulce –confesó Tomasa.
Bien.
La verdad de la historia es que Cenicienta no fue al palacio real en carroza sino –digámoslo de una vez– a pata. (De nada sirvieron los caballos, el cochero ni el lacayo. Mejor hubiera dejado en paz a los pobres animales).
Y que el príncipe se enamoró de ella perdidamente porque –además de ser hermosa y buena y todo eso que ya saben– ella le contó que tenía manos de hada para preparar el dulce de zapallo.
Y que después de la caminata de ida y de los muchos bailes que bailó, y pensando en el largo trayecto de vuelta que la esperaba, dejó en la escalera el zapato que más le molestaba: el izquierdo.
El resto del cuento es como ustedes lo conocen.
Pero me parece que siempre es bueno aclarar cómo ocurrieron de verdad las cosas.

                                                        FIN

lunes, 26 de octubre de 2020

CUENTO: " LA TEMIBLE FILIBERTA BARRABASA" DE ANA MARÍA SHÚA

 


Filiberta Barrabasa,

una bruja un poco extraña,

convertía a las personas

en temibles alimañas.


A Pepe el rubio, un vecino,

lo convirtió en mono albino.

A Pedro, que era chiquito,

le tocó ser un mosquito.

Transformó a una niña hermosa

en una horrible babosa

y al horrible de mi hermano

en un hermoso gusano.


En su mansión encantada

con la cabeza en la almohada

Filiberta Barrabasa

soñaba barrabasadas.

Los chicos atacamos a la bruja

con dos armas: un espejo y una aguja.


Una niña llamada Carola

la pinchó con su aguja en la cola.

La bruja lanzó un fuerte grito

se entreabrieron sus ojos malditos,

y nos quiso encantar con un hechizo:

“Que se conviertan todos en erizos”.


Por suerte, los dos chicos más forzudos

sostenían nuestro espejo como escudo.

El hechizo rebotó contra el espejo

y la bruja se hechizó con su reflejo.


Por favor, no pregunten por mi bruja.

De la pobre nadie sabe qué se hizo.

Sólo sé que si se sacan bien las púas,

¡qué delicia es el guiso de erizo!




Poesía para chicos. Antología. Varios Autores. Alfaguara infantil, 2003

Ilustraciones: Sara Sedran. Serie: Morada (desde 8 años)




viernes, 23 de octubre de 2020

MÁS RECURSOS PARA TRABAJAR EL DIA NACIONAL DEL DERECHO A LA IDENTIDAD

Historias que abrazan: " Tambor" de Franco Vaccarini y Gabriela Burin.




Historias que abrazan; " Cuenta" de Ricardo Mario y Pablo Bernasconi.




Historias que abrazan: "Soy Mario Méndez". De Alina Sarli.





Historias que abrazan: " Aquella pregunta " de Libia a Bodoc.





Historias que abrazan: " El gato verde" de Iris Rivera y Marcela Calderón.





Historias que abrazan. Sobre Luisina de Paula Bombara y Matias Trillo



jueves, 22 de octubre de 2020

VIDEOS PARA TRABAJAR EL DIA DEL DERECHO A LA IDENTIDAD

 Historias que abrazan - Todas las respuestas - Adela Basch / Ximena García




Historias que abrazan - Bebé trompeta - Silvia Schujer / Elissambura




Historias que abrazan: " Las orejas" de Andrea Ferrari y Max Aguirre.





Historias que abrazan: " Hay un pueblo" de Laura Escudero y Diego Moscato.




 Historias que abrazan: " Lección de Piano" de Maria Teresa Andruetto y Poly Bernatene.





Historias que abrazan: Yo Ratón de Laura Devetach y Cristian Bernardini



miércoles, 21 de octubre de 2020

CUENTOS PARA TRABAJAR EL DÍA NACIONAL DEL DERECHO A LA IDENTIDAD



🌺 Colección: Ovillos de trazos 1,  cuentos para trabajar el "Día nacional del derecho a la identidad"




🌺 Colección: Ovillos de trazos 2,  cuentos para trabajar el "Día nacional del derecho a la identidad"



martes, 20 de octubre de 2020

Día Nacional del Derecho a la Identidad - Canal Pakapaka


Todos tenemos derecho a conocer nuestra verdadera identidad, por eso seguimos apoyando el compromiso y la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo.

lunes, 19 de octubre de 2020

22 DE OCTUBRE DÍA NACIONAL DEL DERECHO A LA IDENTIDAD

 22 de octubre - Día Nacional del Derecho a la Identidad.

El Día Nacional del Derecho a la Identidad fue instituido en el año 2004 a través de la Ley Nº 26.001, en homenaje a la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo por la restitución de la identidad de niñas y niños apropiados durante la última dictadura.

Nuestro país, en relación a este derecho, ha incorporado la Convención de los Derechos del Niño a la Constitución Nacional y que ha promulgado las leyes de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (ley Nº26.061) y de Identidad de Género (ley Nº26.743), debe velar por el derecho de las niñas, niños y adolescentes a conocer y preservar su identidad, su nacionalidad y sus relaciones familiares, así como a tener acceso a un DNI con el nombre, la imagen y el género autopercibidos.




viernes, 16 de octubre de 2020

BICHO HAMBRIENTOY OTROS VERSOS DE IRIS RIVERA

 

VERSOS NOMÁS


EL CIELO DUERME
Y RONRONEA
SI LE RASCAN LA PANZA
LAS AZOTEAS.

POR ESO SE INVENTARON
LOS RASCACIELOS
PARA CUANDO LE PICA
LA PANZA AL CIELO.

DESEO



SI ESTA VEREDA Y LA DE ENFRENTE
SE ATARAN LOS CORDONES,
SE CORTARÍA EL TRÁNSITO
Y LOS CHICOS
PODRÍAMOS JUGAR.



INTRIGA



¿NO SE CANSAN LAS SILLAS
DE ESTAR PARADAS?
¿NO SE LES DOBLAN LAS RODILLAS?
¿CON QUÉ SE ABRIGAN LAS FRAZADAS?
¿Y QUIÉN DESPIERTA AL DESPERTADOR?
¿SE MAREAN LOS TORNILLOS
DE TANTAS VUELTAS?
¿CON QUIÉN SE CASAN LOS ANILLOS?
LAS SOGAS ¿QUIEREN ANDAR SUELTAS?
¿TOMAN CAFÉ LAS CAFETERAS?
¿QUEMA SER SOL?
ALGUNA VEZ, UNA ESCALERA
¿ANDUVO EN ASCENSOR?




BICHO HAMBRIENTO



CADA MAÑANA
UN BICHO VERDE CON RAYAS COLORADAS
SE COME A MI PAPÁ.

TODO LLENO DE ESTÓMAGO ESE BICHO
SE LO COME EN LA ESQUINA DE MI CASA.
MENOS MAL QUE NO PUEDE DIGERIRLO
–ES DURO MI PAPÁ–
ENTONCES A LA TARDE
ME LO DEVUELVE VIVO
CANSADO Y TRANSPIRADO
PERO VIVO
ME LO DEVUELVE
EN LA ESQUINA DE ENFRENTE
UN BICHO DIFERENTE
Y PARECIDO.





Bicho hambriento y otros versos jugados / Iris Rivera; ilustrado por José Sanabria. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Santillana, 2016.

Visto y leído en: loqueleo (pdf)

jueves, 15 de octubre de 2020

CUENTO: " EL PARAGUAS DEL MAGO" DE GRACIELA MONTES



 HABÍA UNA VEZ UN MAGO QUE, EN LUGAR DE VARITA MÁGICA, TENÍA UN PARAGUAS.


ERA UN PARAGUAS ROJO Y VERDE, MUY GRANDE Y MUY HERMOSO.




—QUEREMOS CARAMELOS —DECÍAN LOS CHICOS.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN LOS CARAMELOS MÁS RICOS DEL MUNDO.




—ME GUSTARÍA PODER COMPRARLE UNAS FLORES A MI NOVIA —DECÍA UN MUCHACHO.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN FLORES DE TODOS COLORES.




—¡CÓMO ME GUSTARÍA TENER UN CACHORRITO! —DECÍA UNA NENA

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN CACHORRITOS QUE ENSEGUIDA EMPEZABAN A MOVER LA COLA.




—¡QUÉ GANAS DE COMER SANDÍA! —DECÍA UNA FAMILIA.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS ABIERTO CAÍAN SANDÍAS ENORMES Y DULCES.





UN DÍA EL PAÍS DEL MAGO SE SECÓ.

HACÍA MUCHÍSIMO CALOR, TANTO QUE LAS FLORES SE MARCHITARON...

...Y SE ACHICHARRARON LAS SANDÍAS...

...Y LOS CACHORRITOS SE MORÍAN DE SED.

—¡QUE LLUEVA! ¡QUE LLUEVA! —PEDÍAN TODOS.

—ABRAPARAGUAS! —DIJO ENTONCES EL MAGO.

Y EMPEZÓ A LLOVER Y A LLOVER PERO... ¡DEBAJO DEL PARAGUAS!




Y EL MAGO FUE POR ACÁ Y POR ALLÁ, LLOVIENDO CON SU PARAGUAS.

Y, POR DONDE ÉL PASABA, CRECÍAN LAS FLORES.

Y LAS SANDÍAS SE PONÍAN GORDAS.




Y LOS CHICOS DECÍAN:

—¡OIA! ¡UN PARAGUAS QUE LLUEVE!



FIN



EL PARAGUAS DEL MAGO
Autora: Graciela Montes
Ilustradora: Ana Sanfelippo
Colección Pequeñas historias
Editorial: Loqueleo Santillana





miércoles, 14 de octubre de 2020

CUENTO: " EL CHIVO DEL CEBOLLAR" DE GUSTAVO ROLDÁN

 CUENTO FOLKLÓRICO

Había una vez una viejita que tenía un pequeño huerto apenas más grande que un mantel, donde había plantado un hermoso cebollar.

Una mañana, cuando fue a regar sus cebollitas, se encontró con un chivo que se entretenía en pisotearlas.




—¡Salga chivo de mi cebollar! —gritó enojada la viejita.




El chivo se quedó quieto. La miró de arriba para abajo y de abajo para arriba, y después le hizo:

—¡Brlrlrl! ¡Yo soy el chivo del chivatal y de acá nadie me puede sacar!

La viejita se fue muy triste. En el camino encontró un perro al que le contó la historia.

El perro la consoló y le dijo:

—No se preocupe, viejita. Ni por el huerto ni por la cebollita.

Cuando llegaron de vuelta, el perro ladró:

—¡Salga chivo de ese cebollar!

—¡Brlrlrl! —dijo el chivo mirándolo muy fijo a los ojos—. Yo soy el chivo del chivatal y de aquí ninguno me puede sacar.

Al perro se le pararon tres pelos del lomo y pensó que no le convenía pelear con ese chivo, y dijo que volvería otro día para sacarlo.




La viejita volvió muy triste al camino a buscar quién pudiera ayudarla. Encontró al caballo y le contó la historia.

Y el caballo dijo:

—No se preocupe, viejita. Ni por el huerto ni por la cebollita.

Y cuando llegaron al huerto relinchó:

—¡Salga chivo de ese cebollar!

—¡Brlrlrl! —dijo el chivo mirándolo muy fijo a los ojos—. Yo soy el chivo del chivatal y de aquí ninguno me puede sacar.




Y siguió zapateando en el cebollar. Al caballo le corrió un escalofrío como si le caminaran siete ciempiés sobre el lomo. Y pensó que no le convenía pelear con ese chivo, y dijo que volvería otro día para sacarlo.

La viejita volvió muy triste al camino a buscar quién pudiera ayudarla. Encontró con el toro y le contó la historia. Y el toro dijo:

—No se preocupe, viejita. Ni por el huerto ni por la cebollita.

Y cuando llegaron el toro bramó:

—¡Salga chivo de ese cebollar!

—¡Brlrlrl! —dijo el chivo mirándolo muy fijo a los ojos—. Yo soy el chivo del chivatal y de aquí ninguno me puede sacar.

Y siguió zapateando más fuerte todavía entre las plantas.

El toro pensó que no le convenía pelear con ese chivo, y dijo que volvería otro día para sacarlo.




La viejita volvió al camino, y en el camino se encontró con una hormiguita que andaba paseando.

—¿Por qué llora con tantas lágrimas? —le preguntó la hormiga.

Cuando escuchó la historia dijo:

—No se preocupe, viejita. Ni por el huerto ni por la cebollita.

—Ay, hormiguita, ¡cómo me vas a ayudar siendo tan chiquita!

—No se haga más problemas, pero para que lleguemos rápido álceme y lléveme en su bolsillo.




La viejita puso un dedo en el suelo y la hormiguita se trepó muy rápido. Después la puso dentro del bolsillo y volvieron al huerto.

Cuando llegaron la hormiguita dijo:

—¡Salga chivo de ese cebollar!

—¡Brlrlrl! —dijo el chivo mirándola muy fijo a los ojos—. Yo soy el chivo del chivatal y de aquí ninguno me puede sacar.




Y se puso a zapatear con más fuerza sobre las cebollas.

Despacito, despacito, con paso de hormiga, la hormiguita se fue acercando. Y comenzó a trepar por la pata del chivo hasta que llegó a la punta de la cola. Y ahí, una y otra vez, lo picó a todo picar.

—¡Brlrlrl! —hizo el chivo con los ojos bizcos, y salió corriendo y se perdió a lo lejos para no volver nunca más.




Cuando la hormiguita se cansó de picar pegó un salto y, pasito a paso volvió a la casa.


Y ahí se quedó a vivir, en la azucarera de la viejita. Y ahí están todavía, charlando sobre chivos y cebollares y un montón de cosas más a la hora del mate.




FIN


Historia de Pajarito Remendado
(Serie naranja)
Gustavo Roldán
Raúl Fortín (Ilustrador)
Colección: Del Pajarito Remendado
Páginas:16
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición: 1984


martes, 13 de octubre de 2020

CANCIÓN: LUNA LANAR DE SILVIA SCHUJER




ESCUCHÁ  LA CANCIÓN:


 LUNA LANAR

Silvia Schujer y Mariana Baggio


CON LA LANA TEJÍ LA LUNA

Y FUE UNA LUNA LANAR,

LA LANA TENÍA UN NUDO

Y FUE EN LA LUNA UN LUNAR.


LANA LUNERA,

LUNA LANAR

LUNA REDONDA

TE VI SOBRE EL MAR.


EN EL MAR SE EMOJÓ LA LUNA,

Y DE BLANCO SE TIÑO EL MAR,

Y EL BESO QUE VSO ME DISTE

FUE UN BESO DE LUNA Y SAL.


LANA LUNERA,

LUNA LANAR

LUNA REDONDA 

ME HICISTE CANTAR.


                                               SILVIA SCHUJER Y MARIANA BAGGIO.



viernes, 9 de octubre de 2020

12 DE OCTUBRE

 

Día de la Diversidad Cultural: no más raza

12 de octubre Día de la Diversidad Cultural: no más raza

Día del Respeto a la Diversidad Cultural es el nombre que recibe el anteriormente denominado “Día de la raza” y modificado por un decreto presidencial del 2010 para recordar las muertes de los pueblos originarios y dotar a la fecha de un significado acorde al valor que asigna la Constitución Nacional a la diversidad étnica y cultural de todos los pueblos. .


El 12 de Octubre de 1492, Cristóbal Colón y los 85 hombres de su tripulación la cual incluía presos que lograban su libertad a cambio de realizar ese viaje, a bordo de las dos carabelas la Pinta, la Niña y la nao Santa María, llegaron a las Bahamas, recorriendo luego Cuba y Haití. En Haití naufragó la Santa María y se construyó con sus restos el fuerte Natividad, el 25 de diciembre, constituyéndose así en el primer asentamiento español en nuestro continente.

Colón que había escrito, en su diario, ya en las dos primeras semanas de navegación la palabra oro 75 veces, esclavizó a los pueblos originarios de Haití y ordenó que le cortaran la mano a todo aquel que no le trajese oro, inaugurando de esta manera la expoliación de riquezas para su exportación.

De regreso a España, luego de su segundo viaje en 1493, el Almirante llevó consigo a 500 miembros de los pueblos originarios encadenados en las bodegas de sus navíos, siendo estos los primeros esclavos en cruzar el Atlántico. Sólo 200 llegaron vivos a Europa, para ser expuestos en la corte ante los reyes, el resto murió en el viaje. Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal, quedó al mando del fuerte Natividad y atacó a la comunidad del cacique “Canoabo”, hasta entonces pacifico colaborador de los colonizadores. Es “Canoabo”, obligado por este ataque, el primer cacique que luchó de forma organizada contra los conquistadores, incendiando el fuerte Natividad y ajusticiando a la mayoría de sus ocupantes. Las comunidades resistieron dos años hasta que fueron finalmente exterminadas. Pero el ejemplo no sería en vano y 500 años de luchas de resistencia comenzaron.

En menos de 10 años fueron masacradas más de 300.000 personas. Ante la reducción de las poblaciones originarias de las islas ocupadas por los europeos, estos comenzaron el tráfico de esclavos desde África, que continuó a lo largo de cuatro siglos. Más de 30.000.000 de africanos llegaron a nuestro continente y se calcula que otros tantos murieron en el viaje, de hambre, frío y de enfermedades infectocontagiosas.

Luego lo siguieron los Cortes, los Pizarro, los Alvarado, crueles conquistadores que perpetraron el mayor genocidio de la historia humana con más de 70.000.000 millones de muertos en los primeros 100 años.

La antropología nos enseña que junto a la conquista se instaura un nuevo concepto: la raza, con el fin de justificar el genocidio, la expoliación de los recursos naturales y la esclavitud de los pueblos no europeos.

En el año del bicentenario, los pueblos originarios, los afro descendientes y migrantes logramos desembarazarnos de tal concepto, como festejo del 12 de octubre, pero aun nos queda muchísimo camino para que los prejuicios nuestros de cada día sean erradicados de manera definitiva. La antropología puede ser una guía, pero el Estado debe ser el faro que ilumine, con políticas públicas acordes, el porvenir de nuestro pueblo, en unión y libertad, así el Día del Respeto a la Diversidad Cultural será un día de festejo y ya no de resistencia.

                                   

Por Fernando Pepe*

Antropólogo. Presidente del Colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social).